Sobre las elecciones gallegas

Del historiador y miembro de Espai Marx, José Luis Martín Ramos.

I. Análisis más detallado a partir del voto.
En primer lugar destaca que la participación electoral ha roto ampliamente los porcentajes habituales en elecciones autonómicas en Galicia: el 67,3% es la cifra más alta de todas las elecciones autonómica en Galicia; en  2020 la participación fue del 48,9, en 2016 del 53,6 en 2012 del 55,4; en general la participación ha oscilado entre el 53,6 y el 64, 4 como cifras mínima y máxima hasta ayer (en 1981 solo fue del 46,2%, pero era la primera). La participación electoral ha sido más propia de unas elecciones generales que de unas autonómicas; y esa es, seguramente, una de las claves del resultado electoral, por dos razones: primero porque el aumento de la participación no ha beneficiado – como se acostumbra a decir- a la izquierda, sino a los dos bloques: y segundo porque el hecho de que el PSOE, de manera muy particular él pero no sólo, haya planteado la campaña como una batalla general y no autonómica ha conseguido movilizar al electorado de la derecha que había ido decreciendo en las últimas elecciones para llegar a solo 627.762 votos en 2020, apenas diez mil votos más que BNG-PSOE-UP. Descartemos el tópico de que a mayor votación mejores resultados de la izquierda. Eso depende. ¿Y de qué depende?
Pues primero de que no es siempre cierto y segundo que movilizaciones parejas como las que se han producido ayer pueden quedar distorsionadas no por el contenido de la votación, los votos, sino por la forma de la votación, la ley electoral. Y esa distorsión puede ser mayor si ella afecta a un bloque en cuatro frentes (BNG, PSOE, Sumar y Podemos) que a un frente compacto de un solo partido (PP). El PP ha sumado entre 2020 y 2024, 72.729 votos más, mientras que el bloque de los cuatro ha sumado 90.070. Y en efecto, aunque el PP haya ganado la mayoría absoluta en el Parlamento gallego, ni siquiera ha ganado la mayoría relativa en en el cómputo de votos. el PP ha tenido ayer 700.495 votos, los cuatro partidos que se presentaban como alternativa a la larga hegemonía conservadora sumaron 706.790. ¿Os suena?.  Que menos votos se traduzcan en más diputados no es un milagro, es una pedistigiación no democrática del voto a través de la ley electoral.  Así que las grandes frases sobre fracaso y derrotas han de ser matizadas, muy matizadas.
La división ha afectado a las propuestas alternativas, pero no únicamente y no principalmente. para explicar que hoy la derecha mantenga la mayoría absoluta. De todas maneras si vale la pena hacer algún comentario sobre la división y los corriemientos de votos. El BNG ha salido doblemente beneficiado, por el hecho habitual que obtiene mejores resultados en las autónomicas que en las generales, al revés que el PSOE y por la circunstancia de haber presentado una suerte de batalla general en la que se ha estimulado la concentración del voto hacia el candidato más votado. Ahí ha caído el PSOE. El BNG ha pasado de 311.340 votos en 2020 a 467.074 en 2024 (en las generales de 2019 y 2023 obtuvo, 120.456 y 153.995); y el PSOE ha reculado de 253.750 a 207.691 (en las generales tuvo 464.846 y 487.731). El PSOE tenía, también en las autonómicas una votación mayor que el BNG, pero ha sido incapaz de mantener esa posición ante la expectativa de que si el BNG ganaba, como decían las encuestas, se podría formar un gobierno a la tripartita catalana. Ha perdido 45.000 votantes autonómicos, mientras que el BNG ha ganado 150.000; es decir que el BNG se ha beneficiado tanto de la movilización electoral como de la atribución que se le daba de caballo ganador. Con un candidato con perfil consolidado en Galicia, frente aun candidato socialista que no lo tenía. Sea como fuere esos efectos de la expectativa mediática – las encuestas las carga el diablo, también- no habrían tenido la incidencia que han tenido si no hubiese una ley electoral que lanza a la basura 32.000 votos y maximiza los votos de la Galicia rural, que es- por cierto – la que mayor participación electoral ha mostrado: 69,8% en Lugo y 68,9 en Orense, claramente por encima de la participación electoral en La Coruña (66,2) y en Pontevedra (67,24). El hecho es que las dos provincias orientales están sobrerrepresentadas, porque cada provincia tiene, de entrada 10 diputados y el resto según su población. De manera que La Coruña tiene 25 diputados, Pontevedra 22, y Orense y Lugo 10 cada una. Sin esa sobrerrepresentación los diputados serian: 15, 12, y 4 cada una de las otras dos.
Nos equivocamos si seguimos diciendo que no tenemos un importante problema de democracia en España.

II. Cambio la etiqueta, para centrarme en el tema de las posibilidades de la izquierda en Galicia, y en concreto del PCE. Su incidencia en las elecciones autonómicas, cuando ha ido en solitario o a través de IU, ha sido siempre minúscula, extraparlamentaria. Como PCE de G solo se presentó en las dos primeras elecciones, en 1981 y 1985, consiguiendo el 2,95 (28.927 votos) y el 0,8%. La propuesta de Izquierda Unida le dio un cierto empujón en 1989, pero solo consiguió el 1,5% y 19.774, lejos del resultado de 1981; luego, entre 1993 y 2009, retroceso de nuevo, con porcentajes siempre por debajo del 1% y votos por encima de 10.000 pero con un máximo de 16.441 en 2009; la excepción fue en 1993 en el que presentó coalición con Unidade Galega, del nacionalista de izquierdas Camilo NOgueira, entonces consiguió superar el 3%, logró un 3,09% y 44.902 votos, pero tampoco consiguió ningún diputado. Por lo que se refiere al Parlamento gallego, el efecto Julio Anguita (coordinador de IU en las elecciones gallegas de 1989, 1993 y 1997) fue mínimo.
La cabeza de candidatura en las de 2005 y 2009 fue Yolanda Díaz (que «jugaba en casa»). El salto se dio bajo la dirección de Centella en el PCE y la coordinación de de IU española en manos de Cayo Lara y Albert Garzón; y fue un salto porque se amplió la alianza con los nacionalistas de izquierda, con el grupo de Beiras en 2012, consiguiendo la coalición 200.838 votos y 13,9%. Bueno el salto, en votos, fue del nacionalismo de izquierdas y de él se benefició el PC de Galicia, que por fin entró a través de IU en el parlamento gallego con 5 diputados del total de 9 conseguidos por la coalición. El fenómeno de Podemos amplió la alianza en la plataforma En Marea en una primera elección, en 2016, en la que alcanzó 273.523 el 19%. Está claro que el empuje principal fue el fenómeno Podemos, porque tras su crisis, en las elecciones de 2020, bajó a 51.360 votos, un 3,9% y perdió todos los diputados alcanzados en 2016.
Resumen. La presencia, por sí mismo, del PCE en Galicia ha sido habitualmente extraparlamentaria. Solo salió de esa situación mediante la alianza con los nacionalistas de izquierdas en 2012, ampliada ésta a Podemos en 2016 -en el momento dulce de Podemos-. La crisis de Podemos dinamitó la coalición de la Marea gallega en 2020, con una consecuencia fundamental: la pugna dentro del nacionalismo gallego entre el BNG y sus disidencias de izquierda (Nogueira, Beirás) se resolvió en favor del BNG, que encima en estas últimas elecciones se ha visto beneficiada por la expectativa mediática de poder ser la primera fuerza de la alternativa al PP -lo que le ha proporcionado votos procedentes del PSOE, del extinto nacionalismo de izquierdas y del aumento de la participación. La candidata del BNG desde 2016 ha sido Ana Pontón, que ha acabado triunfando por la suma de factores favorables, no porque haya picado piedra mientras los otros no lo hacían. Con la segunda crisis de Podemos y la ruptura con Sumar, Podemos ha desaparecido prácticamente y Sumar, en donde desde luego no se acaban de hacer bien las cosas, ha vuelto a las cifras…. de 1981.
La izquierda que en frase, para mí injusta, de MC, se ha ahorcado es Podemos (el PSOE se ha pegado un tiro en el pie, pero sobrevivirá); ni el PCE-IU, que- eso sí- no consigue salir de su marginalidad ni por fas ni por nefas.

III. Complemento. El resultado en las elecciones generales no difiere de manera sustantiva de los datos del cuadro de las elecciones al Parlamento gallego. Las diferencias son cuantitativas, por la habitual mayor participación que en las autonómicas y una mayor movilización del electorado de izquierdas gallego, el que sea, en esas elecciones. En 1977 el PCE consiguió en Galicia 34.188, el 3%. Aunque en 1980 subió ligeramente -fue general por lo que se refiere a todo el PCE- no llegó a conseguir 43.000 votos, un 4,2%. En 1982 primer tropezón, con solo 20.108 y tocando fondo en 1986, con 14.614. El efecto Anguita se produce en 1989, consiguiendo superar algo los primeros resultados de 1977, con 43.645. El crecimiento se mantiene en 1993, por la alianza con Nogueira, con 74.605 votos y en 1996 ya desciendo algo, a pesar de esa alianza, hasta los 62.253. A partir de ahí, como simple Ezquerda Unida, baja en las tres generales siguientes a votaciones de 25.000-32.000. La expansión del voto de izquierda a la izquierda del PSOE, se produce a partir del 15-M, con la emergencia de Podemos y las confluencias, con un máximo en el año de partida, 408.370 en 2015, para no dejar de caer desde entonces (2016: 344.143; 2019-I 236.746; 2019-II, 188.231). El voto de Sumar, que sigue siendo en sustancia el de UP, se han ido yendo los nacionalistas de izquierda, no tuvo grandes variaciones en 2023: 178.691. Es la inestabilidad y finalmente desaparición de Podemos lo que dio una imagen de ascenso súbito y descenso irreversible. Lo que queda de esa pequeña montaña rusa es lo que era el volumen histórico del PCE en Galicia, en torno a los 30.000 votos. Esa continuidad significa dos cosas: que el problema de la marginalidad electoral comunista en Galicia no es tan superficial como una cuestión de campaña, mejor o peor hecha -que puede incidir, pero no es el factor determinante-, sino más profundo, que ha de tener que ver con la sociedad gallega y la respuesta comunista a esa sociedad, lo que implica también reconocer los límites para no perder el sentido de uno mismo; y que a pesar de todo hay una presencia comunista constante, que hay que defender y no hundir.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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