“Ucrania o la traición de EE.UU. al Kremlin” por Joaquín Luna

Publicado en La Vanguardia, 19/1/2022. “A cambio de la reunificación de Alemania, Washington se comprometió en 1990 con Moscú a que la OTAN no se ampliaría al Este, una «traición» que contribuyó al ascenso de Putin y el resurgir nacionalista.”

Ni el ascenso de Vladímir Putin ni la crisis de Ucrania se comprenden sin las negociaciones entre Washington y Moscú de 1990 para “pactar” la reunificación de Alemania en las que la administración de George H. W. Bush se comprometió a no ganar un milímetro de influencia al este de Europa y, en consecuencia, a cerrar la puerta de acceso a la OTAN a los antiguos países socialistas. El Kremlin atravesaba fuertes convulsiones domésticas que desembocaron en la disolución del URSS en 1991. A medida que el tiempo desvirtuaba el compromiso de Washington, en Moscú crecía el sentimiento de afrenta y el nacionalismo.
Desde la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, los dos bloques de la guerra fría empezaron a negociar el status de la Alemania reunificada, escenario de un gran despliegue militar de unos y otros. El punto de partida era, sin embargo, muy dispar: Estados Unidos se sentía ganadora de la guerra fría y responsable de edificar un nuevo orden mundial a su imagen y semejanza y la URSS trataba, simplemente, de contener todas las vías de agua y no desaparecer del mapa.
Bush lideraba un país victorioso, Gorbachov se conformaba con mantener la URSS
Los líderes de EE.UU. y la URSS transmitían también una autoridad muy dispar. George H. W. Bush barrió en las presidenciales de 1988 después de ocho años como vicepresidente con Ronald Reagan. En política exterior, factor importante durante la guerra fría, Reagan puso las grandes –y cortas- frases y el vicepresidente todo lo demás gracias a su excepcional dominio de las relaciones internacionales (labrado en el Senado, la embajada de EE.UU. en Pekín y la dirección de la CIA). El jockey perfecto para un caballo que incluso sin jinete se disponía a diseñar un nuevo orden mundial. La URSS se desmoronaba económica y militarmente y su liderazgo lo ostentaba Mijail Gorbachev, un dirigente distinto a sus predecesores, que ensaya una reforma profunda y aperturista del sistema comunista. Ya era tarde y encima tenía que contener el malestar de los sectores más conservadores del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).
Euforia frente al hundimiento. En este marco, Washington y Moscú negocian la reunificación de Alemania a lo largo del 1990. El objetivo estadounidense y del canciller Kohl era garantizar un país libre de cualquier armamento o efectivo militar soviético a partir de la premisa de no utilizar Alemania ni los estados vecinos del Este –en plena carrera por derrocar los gobiernos comunistas- como plataforma de amenazas a la URSS. Este principio filosófico fue expresado claramente por el presidente Bush, padre, a Mijaíl Gorbachov en la cumbre de diciembre de 1989 en la isla de Malta.
Los contactos diplomáticos en 1990, protagonizados por el secretario de Estado James Baker, fueron constantes y frenéticos. El objetivo era tranquilizar a Moscú, un enfoque secundado por una generación de figuras europeas como Kohl, Genscher, Mitterrand, Thatcher… Ya el 10 de febrero de 1990 el canciller alemán Helmut Kohl logra en Moscú la anhelada e imprescindible luz verde de Gorbachov. En contrapartida, EE.UU. y Europa se comprometieron a no admitir en la OTAN a los antiguos socios del Pacto de Varsovia, la alianza militar liderada por Moscú que había garantizado el vasallaje a la URSS desde el final de la Segunda Guerra Mundial (sin renunciar a la represión, casos de Budapest en 1956 y Praga en 1968).
En tres ocasiones, el secretario de Estado James Baker garantizó a su homólogo, el georgiano Edvard Shevernadze, la fórmula de “ni una sola pulgada hacia el este” (“not one inch eastward”), incluyendo en la promesa a la OTAN. Estados Unidos no pretendía –era el mantra- ir más allá de una Alemania sin presencia soviética. El presidente Bush siempre trató de no humillar al antiguo enemigo ni acelerar la disolución soviética, de la misma forma que prefirió no derrocar a Sadam Husein tras desalojar las tropas iraquíes de Kuwait. Uno tras otro, los líderes europeos –Kohl el 10 de febrero, Mitterand el 25 de mayo de 1990- reproducían la garantía a Gorbachov. La reunificación de Alemania quedó certificada el 3 de octubre.
El éxito de la reunificación alemana disparó la euforia occidental mientras la URSS se hundía…
El éxito y la rapidez de la reunificación de Alemania supusieron un crecimiento de la autoestima occidental. En Moscú, por el contrario, los sectores más conservadores critican a Gorbachov por lo que consideran cesiones derrotistas a cambio de promesas verbales. El malestar de estos sectores se tradujo en el intento de golpe de Estado en agosto de 1991. Gorbachov les parecía un vendepatrias. El golpe fracasó pero puso en evidencia la fragilidad del líder ruso y la emergencia a modo de recambio de Boris Yeltsin, gobernador de la Federación Rusa cuya imagen en lo alto de los tanques en el centro de Moscú le convirtieron en el líder de facto. De ahí que el secretario general de la OTAN, Manfred Woerner, se apresurare a transmitirle que no había ampliación al Este. “No debemos permitir el aislamiento de Rusia de la comunidad europea”, explicó Woerner a una delegación militar de la confianza de Yeltsin.
El año 1992 es año de grandes cambios. Contra pronóstico, un gobernador demócrata de Arkansas, Bill Clinton, sin experiencia en Washington DC, derrota en las elecciones de noviembre a George H. W. Bush, uno de los presidentes de EE.UU. con mayor dominio de las relaciones internacionales. El electorado ya no percibe a Rusia como una amenaza y las relaciones exteriores dejan de ser relevantes a ojos de la opinión pública. La Federación Rusa de Yeltsin ha enterrado la URSS y se concentra en construir sobre los restos de un imperio desmoronado. Los antiguos aliados de la Europa del Este van perdiendo el miedo a Rusia. La UE, la OTAN y EE.UU. son el marco anhelado: desarrollo, confort, democracia y fondos económicos.
La administración Clinton ya no tiene la mentalidad de respeto a Moscú propia de la guerra fría. El Departamento de Estado analiza Europa del Este como un “mercado propicio” que llama a la puerta y permite consolidar la influencia de EE.UU. en Europa, sin una razón de ser convincente tras la disolución de la URSS y a la vista del vigor de la teóricamente aliada Unión Europea, inmersa en un período optimista y de altas expectativas gracias a la nueva Alemania.
El presidente Boris Yeltsin pierde autoridad doméstica y algunas de sus intervenciones en el exterior provocan hilaridad global y sentimiento de bochorno entre sus compatriotas, como una conferencia de prensa en la capital de EE.UU. el 3 de octubre de 1995 junto a Clinton en la que da signos de embriaguez. Unas escenas humillantes para el alma imperial de Rusia.
Clinton arranca mal y es atacado por falta de carácter y experiencia por los republicanos
En el plano doméstico, la presidencia de Bill Clinton arranca mal. Desconcierto, ignorancia de los entresijos de Washington DC y el contraproducente perfil elevado de Hillary Clinton, que emprende una ambiciosa reforma de la cobertura sanitaria, terreno minado. Los republicanos se ceban en su supuesta falta de carácter, ausencia de ideas y nulo conocimiento de las relaciones internacionales. Todo ello reporta un batacazo a los demócratas en las elecciones de mitad de mandato en el Capitolio. Para frenar “la revolución conservadora”, Bill Clinton accede a los sectores del Departamento de Estado y el Pentágono más partidarios de ganar terreno en Europa del Este. Y de olvidar lo pactado. Bajo su mandato, la Alianza Atlántica empieza a negociar y admitir a las ex repúblicas soviéticas, comenzando por las bálticas. Yeltsin y Gorbachov expresan su frustración y descontento. El resultado: Vladímir Putin.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *