Entrevista a Yerba Segura Suárez y Mª Isabel García García sobre «Mi infancia en el franquismo», de Enesida García Suárez (I)

Entrevista a Yerba Segura Suárez y Mª Isabel García García sobre Mi infancia en el franquismo, de Enesida García Suárez (I)

De las personas entrevistadas:
YERBA [Y]
Tengo 40 años, y profesionalmente soy trabajadora social y mediadora. Crecí sabiendo que mi bisabuelo materno estaba enterrado en una fosa común, y necesité 40 años para entender el profundo significado que encierra ese hecho, a nivel social y autobiográfico. Soy miembro de la AFA de la Fosa Común de Tiraña.
Mª ISABEL [MI]
Soy la hija mayor de Enesida. Tengo 70 años, y ya estoy jubilada. Viví acompañando a mi madre en el dolor de su infancia, y siempre potencié que mis hijas y mis nietas conocieran la historia de su propia familia. Soy la Presidenta de la AFA de la Fosa Común de Tiraña.

Me centro en el hermoso libro que ha editado la Asociación Cambalache. Mi infancia en el franquismo es el título. Su autora: Enesida García Suárez. ¿Quién fue Enesida?

MI: Enesida nació el 23 de Febrero de 1926, en una aldea de Asturias, concretamente en La Arbeya, Tiraña, concejo de Laviana. Sus padres se dedicaban a la mina y al campo, y formaban una familia en la que había 5 hermanos, ella era la tercera hija del matrimonio. Mientras pudo, nunca dejó de subir cada año al cementerio de Tiraña, para apoyar el homenaje que se celebra el 21 de abril.

Y: Enesida tenía 12 años en el momento del asesinato de su padre y su madre, Celestino y Virginia. Tuvo que crecer de repente para ocuparse de su supervivencia, tras la pérdida de su hogar y de su familia. Unos años después, Enesida se casó y formó su propia familia, dedicándose por completo a los cuidados de ésta. Pero nunca olvidó, ni dejó de contar cómo la guerra marcó su infancia y su vida, ni siquiera en sus últimos años, en los que el Althzeimer administraba su memoria. Enesida murió el 8 de marzo de 2001.

¿Cuándo escribió Enesida Mi infancia en el franquismo? ¿En qué condiciones lo hizo?

Y: No tenemos una fecha exacta, pero debe ser alrededor de 1977, año en el que se pone la placa de mármol con los nombres de los 13 (cuestión que cita en su testimonio). Es la misma época en la que se iniciaron los encuentros públicos en el cementerio: muerto el dictador y con la transición iniciada, imagino que entendieron que el peligro de ser represaliados de nuevo por explicar su historia en voz alta había desaparecido, y por fin pudieron dejar salir su necesidad de iniciar el duelo de forma pública.

MI: Mi madre escribía en sus ratos libres, en la cocina de casa. Estuvo escribiendo durante una temporada larga. El título es el que ella misma le puso a la historia. Aunque bastantes años más tarde enfermaría de Altzheimer, cuando escribió su testimonio se encontraba en perfectas condiciones mentales.

¿Cuál ha sido su papel en la publicación del libro? ¿De dónde su interés?

MI: El papel fundamental es que soy hija de la autora y por ello mi gran interés en publicar lo que mi madre dejó escrito, algo que ella dijo muchas veces que quería hacer. Mi madre no tenía intención de politizar su historia personal, solo pretendía contar los terribles acontecimientos que había pasado en su niñez, para que la gente lo supiera, para que no quedara impune, si ella podía contribuir con su testimonio a que alguien más lo supiera. Su condición de mujer de una época donde se daba poca importancia a sus testimonios, y con gran desconocimiento de la política, y sin ninguna pretensión más que la de sacar su gran dolor, hicieron el resto. Su texto, por sus características, se sitúa en un contexto político y social determinado que todavía a día de hoy es poco contado, poco escuchado, poco leído y poco respetado.

Y: Yo crecí escuchando en boca de mi güela Merce la historia de represión que sufrió la familia de Enesida. Recuerdo como algo especialmente angustiante cuando contaba como Isabel “se había puesto al tren” para terminar con la persecución y las torturas que recibió por parte del Capitán Bravo Montero (jefe militar de la represión franquista en la zona en aquella época). La historia de Isabel impactó mucho a mi abuela. Imagino que era consciente de que cualquier mujer de la zona podría haber corrido un destino similar, si hubiera tenido la desgracia de ponerse en el punto de mira de la represión. En 2014, en una de las primeras reuniones de la asociación, Mª Isabel nos enseñó la libreta de su madre. Era una libreta sencilla, de aquellas que hay en todas las casas: de cuadros, con espiral metálica y a la que las tapas de cartón duro, hacía mucho tiempo habían abandonado. Aunque conocíamos la historia muy bien, nos impresionó el testimonio escrito, la fuerza narrativa de aquella historia, tan dura y escrita en un lenguaje tan sencillo. En aquel momento surgió la idea de publicarla, aunque tuvieron que pasar 4 años hasta que lo materializamos dentro de los actos del 80 aniversario de la fosa.
Mi papel fue el de encontrar la manera de hacerlo, convencida de que lo podíamos conseguir. Sin saber cómo empezar, contacté con Cambalache, espacio amigo desde hace muchos años, pidiéndoles consejo. Literalmente, fue “tenemos esto, y nos gustaría convertirlo en un libro… ¿cómo se hace?”. Poco tiempo después, la asamblea de Cambalache nos respondió con varias opciones, entre la que estaba editarlo con ellas. A todas nos encantó la idea, y nos pusimos manos a la obra. La idea de acompañar el testimonio de Enesida con un texto que lo enmarcara fue suya. Me propusieron a mí que lo escribiera, y así surgió el epílogo. En poco menos de dos meses de trabajo intenso, tuvimos el libro a tiempo para las actividades del 80 aniversario. El libro salió a la calle el 14 de abril de 2018.

¿Quiénes forman parte de la “Asociación de familiares y amigos de la fosa común de Tiraña”? ¿Cuándo surgió? ¿Por qué motivos? Se comenta en la solapa interior del libro que continúa la labor de conservación de la memoria histórica iniciada por un grupo de familiares durante el franquismo. ¡Tuvieron agallas!

Y: Más que agallas, creo que lo que tuvieron fue una gran necesidad emocional de hacerlo, y una confianza instintiva en la fuerza de lo colectivo. No en vano, la fosa está en un territorio con una larga trayectoria de movimiento obrero.
Nuestra asociación aglutina a personas que queremos conservar la fosa y preservar su patrimonio histórico y simbólico. La mayoría somos familiares de las personas fusiladas aquel día, pero también contamos con el apoyo de personas de nuestro entorno, quienes por vecindad, amistad o compromiso ciudadano han querido sumarse. Es importante señalar que ni todos los descendientes de las 13 personas fusiladas han participado históricamente en el acto del cementerio, ni todas las personas habituales del homenaje han querido formar parte de la asociación. Y creo que está bien así, pienso que cada persona debe elegir la forma en la que quiere relacionarse con la historia de su familia.
La idea de crear la asociación surgió en 2013, cuando Tino se acercó a pedirnos relevo en las tareas de la fosa. En aquel momento, la generación de los hijos e hijas ya se encontraba muy mermada en bajas y en fuerzas, con lo que convocamos una reunión entre las familias que solemos vernos en el cementerio, y así algunas personas de la tercera y la cuarta generación decidimos tomar el relevo. Y es que, aunque somos una asociación muy joven, heredamos una larga trayectoria de memoria obstinada.

Una buena memoria, esa que es obstinada.

Durante la dictadura, aunque estaba prohibido cualquier acto público y era mejor que socialmente no se hablara de ello, algunas de las familias de las hijas e hijos de la fosa fueron tejiendo lazos entre ellas. Hablaban en privado, se apoyaban en el duelo unas a otras. Cuando las mujeres subían el 1 de noviembre al cementerio, procuraban encontrarse un momento junto a la fosa, aunque fuera en silencio. De tanto en tanto, allí aparecían unas flores anónimas. No fue hasta iniciada la transición, que esa necesidad de juntarse, para compartir la carga emocional provocada por la pérdida violenta de sus familiares en 1938, se convirtió en un acto público. Creemos que el primero fue en 1977, porque conservamos algunos de los textos que se leyeron aquel año, y porque es la fecha en la que se hizo el primer arreglo de la fosa, poniendo la lápida de mármol con los 13 nombres. Desde entonces, cada 21 de abril el grupo se auto – convoca para encontrarse en el cementerio, y poco a poco se ha ido creando un ritual donde se combinan diferentes símbolos que nos ayudan a elaborar el duelo: flores, canciones, palabras dichas en voz alta… En cuanto a la fosa, el espacio fue arreglado definitivamente en 1992, creando un pequeño panteón funerario a su alrededor. Incluso con el tiempo, una tumba vecina desapareció, dejando el espacio vacío para facilitar la acogida de la gente en un cementerio por lo demás pequeño y modesto. Tanto los arreglos como los pequeños gastos de cada homenaje se han costeado con las aportaciones voluntarias de la gente que gusta de subir cada año. La última mejora fue la construcción, el año pasado, de dos rampas que eliminaron las barreras arquitectónicas para que personas con movilidad reducida puedan llegar sin dificultades hasta la fosa (y por extensión, a todos los rincones del cementerio). Esa aportación la hizo el año pasado Alfonso Martínez Valles, nuestro presidente de honor, pagando la obra de su propio bolsillo. Otra vez es el esfuerzo colectivo el que potencia y permite el ejercicio de dignificación de la memoria. El objetivo básico de la asociación es mantener eso tal y como nuestros padres y abuelos nos lo entregaron, aunque también se nos van ocurriendo otras cosas para conmemorar nuestra historia y ponerla al servicio del bien común, y hemos empezado a tener actividad más allá de ese día, como por ejemplo, con las presentaciones del libro.

Se han editado el original, el manuscrito del libro, y su transcripción. ¿Ha sido difícil el trabajo? Enesida tenía una letra muy hermosa. ¿Por qué han tomado esta decisión de edición doble?

Y: Cuando estábamos definiendo el proyecto de libro, una persona experta en el tema nos informó de que esa historia ya había sido publicada. Nos sorprendió mucho, ya que ni siquiera la familia lo sabía, pero efectivamente, allí estaba, dentro de un volumen amplio que recopilaba relatos de represión en Asturias. Cuando nos pusimos a comparar ambos textos, observamos que no coincidían exactamente, y que se había modificado el estilo narrativo original, llegando incluso a intervenir la libreta de Enesida, tachando cosas y escribiendo encima. Finalmente, todas las partes convinimos que seguía teniendo interés sacar a la luz el testimonio de supervivencia de la autora, e incluso aún con más razón, para darle toda la visibilidad a su relato original. Eso implicó bastante esfuerzo para la editorial, pues hubo que trabajar sobre la imagen escaneada de la libreta, para eliminar las palabras añadidas, recuperar las palabras tachadas de cara a la transcripción, etc. Creo que fue por eso que se tomó la decisión de editar el texto en doble lectura (manuscrita y transcrita): para mostrar la autenticidad del testimonio tal y cómo Enesida lo había dejado.

¿Qué destacaría más del relato? ¿Qué le emociona más?

Y: Para mí es una historia que implica muchas cosas. Está vinculada con mi entorno familiar y social de origen, con un momento histórico, con el patrimonio inmaterial de un lugar donde la gente hace piña para acompañarse en las dificultades desde hace muchas décadas. Cuanto más grave, más piña. Así que me conmueve profundamente. Pero más allá de eso, lo que me gusta especialmente es la fuerza narrativa de la autora, esa manera de contar lo impensable de forma sencilla, mostrándose sin excusas a cada párrafo, explicando de forma tan clara las consecuencias que, para aquella niña, para aquella familia, tuvo la violencia provocada por el mundo adulto de su época.
Me fascina comprobar cómo el libro tiene vida propia, cómo vuela sólo, dentro y fuera de España. Hace poco supimos que universidades como Berkeley o Standford, en USA, han decidido tener ejemplares en sus bibliotecas, así que acompañarlo está siendo realmente sorprendente. Al principio, cada paso que dábamos para promocionarlo nos traía nuevas historias: por ejemplo, el transportista que entregó las cajas salidas desde la imprenta, en pocos minutos nos contó lo que había pasado en su pueblo, en el que tiraban a la gente desde una fuente que había en el monte, con lo que “ir a buscar agua” era sinónimo de no regresar. Cuando hablamos con la librera del nuestro para dejarle ejemplares en depósito, antes de nada me contó cómo su abuela había recordado siempre aquel toque de queda que coincidió con sus 15 años, y que cortó la carretera de acceso, impidiéndole cumplir con el encargo de sus padres de visitar a una de las detenidas, para preguntarle qué necesitaba. Desde el camino, escuchó los disparos que salían de la tapia del cementerio. […] Luego, en las presentaciones, nos conmocionaba darnos cuenta de que eran las personas que nos venían a escuchar las que nos daban las gracias a nosotras… ¡por contar nuestra historia! Por otro lado, la huella digital del libro cada vez es más amplia y diversa: reseñas, librerías, referencias en blogs o en redes sociales de personas y entidades desconocidas. Eso no deja de asombrarnos. ¿Pero sabes lo que más me emociona de todo?

Tengo algunas conjeturas. Pero mejor diga usted.

Que la gente que lee el libro se da permiso para contar su propia historia. Para hablar de sus pérdidas con dignidad, dejando atrás la vergüenza en la que en muchos casos han crecido, por influencia del entorno social. Que hablar de nosotras, de nuestro dolor, y reivindicar nuestro lugar en la historia de este país, tiene sentido para muchas personas que no nos conocen, ni conocen la historia de nuestra fosa. Lo que surgió como un gesto personal e íntimo de elaboración del duelo en nuestro entorno familiar y social, se ha convertido para mí en una puerta abierta a entender las características implícitas de la sociedad en la que vivo, sobre mi propia historia de vida, y sobre el proyecto de país que me gustaría dejar a la siguiente generación.

¿Qué pasó aquel 21 de abril de 1938? ¿Quiénes fueron asesinados? ¿Por qué, por quiénes?

Y: Aquel día, 10 hombres y 3 mujeres de la localidad fueron detenidos (en sus casas o al salir de la mina), torturados (en la sede de Falange Española), asesinados (detrás de la tapia del cementerio) y enterrados en una fosa común que se había preparado el día anterior a tal efecto. Se trataba de Avelino Cepeda (35), Sara Corte (23), José Díaz (38), Celestino García (40), Alfredo González (40), Juan Iglesias (60), Benito Martínez, Tomás Montes (42), Pedro Pedrezuela (39), Baldomero Suárez, Virginia Suárez (38), Selina Valles (24) y Alfredo Vigón. Todas ellas eran personas con o sin militancia política y con diversos pareceres ideológicos (socialistas, comunistas y católicos). Aquel día, 12 familias de la localidad fueron rotas, y más de 40 niños y niñas quedaron huérfanos. Solamente hubo 2 supervivientes: Alfonso Martínez Valles, quien a la sazón contaba con 17 años, y Blanca Blanco Valles, embarazada de 8 meses. Ambos fueron liberados en el último momento. Blanca falleció poco tiempo después de dar a luz. Aunque no está enterrada en la fosa, y después de que su tumba desapareciera del cementerio, hoy su nieta forma parte de la asociación para honrar su memoria, porque indudablemente la historia de aquella familia quedó marcada por la misma tragedia. Alfonso, que ha sido nuestro Presidente de Honor, falleció hace pocos días, a la edad de 98 años, después de una vida marcada por aquel suceso, que le llevó a exiliarse en Francia para proteger su vida. (Curiosamente, falleció en la misma mañana que se aprobaba en Asturias la primera Ley de Memoria Democrática).
La responsabilidad de estos hechos se atribuye a vecinos de la localidad, vinculados a la derecha social y política, que pocos días antes participaron de una reunión en la capital del concejo, de la que salió una lista de personas a represaliar. Mi abuela decía que más de 25 personas aparecían en aquella lista. Sabemos, por el testimonio de Alfonso, que la sede de Falange hizo las veces de cuartelillo: allí llegaron las personas, llamadas a declarar, de donde no saldrían más que para ir al cementerio. También por los testimonios sabemos que fueron soldados quienes apretaron el gatillo. No puedo decirte nada de los motivos reales de aquellos hechos. Desgraciadamente, no tenemos testimonios de los victimarios ni de sus descendientes.

Como en tantos y tantos otros casos…

Lo que sí sabemos es que ninguna de las 13 personas asesinadas había cometido delito alguno. Por testimonios sabemos que públicamente se relacionó la redada con la muerte de un soldado en el monte pocos días antes, aunque yo he escuchado siempre que aquello fue una excusa sin fundamento. Mi abuelo siempre decía que aquello había servido para justificar una venganza irracional por envidias y rencillas vecinales. Como digo, la gente fue detenida en casa o a la salida de la mina. Mi bisabuelo, José Casorra, que estaba comiendo cuando llegaron a buscarlo, se puso su único traje (que aún no había terminado de pagar) para ir a declarar, confiando que regresaría un rato más tarde. Su hija pequeña (mi abuela), con 6 años, le dejó las zapatillas esperándole junto a la puerta. Desgraciadamente no volvió nunca. Hace tres años fuimos a buscar los 13 certificados de defunción. En todos ellos se dice que la muerte se produjo por causas naturales. Supongo que es natural morirse después de recibir golpes, vejaciones y disparos (sic). La ley de amnistía y sus consecuencias jurídicas ha permitido que, 80 años después, la documentación legal en estos casos siga mintiendo.

¿Qué sucedió con las cartas de Isabel, la hermana de Enesida?

MI: Nunca se supo más de ellas, la guardia civil las requisó.

De acuerdo. Descansemos un momento si os parece.

Nos parece.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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