Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Unidad en el Sahel.
2. Mi imagen del día: Memoria histórica.
3. Tomaselli sobre la planificación estratégica futura de la OTAN
4. La pesadilla libia (comentario de José Luis Martín Ramos).
5. Pérdidas brutales en la guerra de Ucrania.
6. Policrisis.
7. Dilemas de la Humanidad en la zona árabe-Magreb.
8. Más sobre los límites planetarios.
9. Bhadakrumar sobre el G20.
10. Oposición a los tambores de guerra en Asia.
1. Unidad en el Sahel
Sigue la integración africana en el Sahel: https://twitter.com/
Mali, Níger y Burkina Faso forman oficialmente la Alianza de Estados del Sahel (AES).
El presidente de Mali, coronel Asimi Goita, anunció que los tres Estados habían formado una nueva alianza militar al firmar la Carta colectiva Liptako-Gourma y la asistencia mutua entre los Estados miembros.
Liptako-Gourma es una subregión geográfica del Sahel dividida entre tres países.
La firma de esta carta marca un día histórico para el Sahel.
Anteriormente, una delegación del Ministerio de Defensa ruso encabezada por el viceministro de Defensa de Rusia, Yunús-bek Yevkúrov, mantuvo conversaciones con los líderes militares de estos países.
2. Mi imagen del día: Memoria histórica
Fuente: https://twitter.com/magago/
En el hilo explican que a ella le conmutaron la pena de muerte por cadena perpetua. A él finalmente lo fusilaron el 31 de diciembre.
3. Tomaselli sobre la planificación estratégica futura de la OTAN
En la línea de lo que discutíais estos días sobre la capacitación de la OTAN para una guerra moderna con iguales, dada su tendencia a fiarlo todo a la tecnología punta.
Cómo luchará la OTAN
por Enrico Tomaselli
La dirección en la que está evolucionando la doctrina militar de Estados Unidos -y por tanto de la OTAN- ante las nuevas confrontaciones militares para las que se está preparando, sirve para hacerse una idea no sólo de las estrategias geopolíticas que se están siguiendo, sino también de cómo repercutirán en las sociedades occidentales. Además de mostrar todos los límites del pensamiento estratégico en el imperio en declive
Hace algunos años, el Pentágono y el Departamento de Defensa ya se habían planteado el problema de actualizar la doctrina operativa militar estadounidense, ya que la que estaba en uso (la AirLand Battle) databa de los años ochenta y había «superado con creces su fecha de caducidad» [1]. La experiencia de la guerra de Ucrania, en la que los mandos estadounidenses participan plenamente a nivel estratégico y de la que obtienen información directa a nivel táctico, ha hecho aún más evidente esta necesidad. Entender cómo se está produciendo esta transformación, qué lecciones ha extraído del actual conflicto, puede ayudar en cierta medida a comprender mucho más que las futuras guerras en las que se verán envueltas las fuerzas armadas de la OTAN, y por tanto las estrategias geopolíticas de Washington.
Básicamente, la idea en la que se basa el nuevo Concepto de Combate Conjunto representa una primera y radical revolución conceptual. Si, en efecto, desde el final de la guerra fría la doctrina estratégica norteamericana se ha basado siempre en la perspectiva de guerras asimétricas (contra adversarios tecnológica e industrialmente mucho más débiles), concretando así la configuración ideológica de EEUU como policía mundial, ahora el JWC se concibe explícitamente en función de guerras simétricas, contra un adversario de igual poder y capacidad [2]. A la inversa, parece subsistir un defecto ideológico-cultural, a saber, la presunción de la propia superioridad incuestionable, que se manifiesta tanto explícitamente, en forma de declaraciones oficiales («superamos a nuestros adversarios mediante un pensamiento, una estrategia y una maniobra superiores», «la única ventaja que nunca podrán despuntar, robar o copiar, por mucho que lo intenten, porque es inherente a nuestro pueblo, es el ingenio estadounidense» [3]), como implícitamente, al insistir en un modelo de guerra tecnológica, demostrando con ello que no han aprendido del todo la lección ucraniana.
Paradójicamente, de hecho, en el mismo momento en que el dominio estadounidense y occidental está siendo fuertemente cuestionado, hasta el punto no sólo de ponerlo en crisis, sino también de requerir nuevos planes estratégicos para reafirmarlo, la sensación de superioridad sigue siendo inquebrantable.
Con respecto a la experiencia de la guerra actual en Europa, por ejemplo, del mismo modo que existe una cierta reticencia a utilizarla para probar -en condiciones reales de combate- los sistemas de armas más modernos, existe una reticencia igual a aprender de ella en los planos operativo, táctico y estratégico, cuando ello supondría el reconocimiento de una superioridad que no es meramente cuantitativa y/o contingente con respecto al enemigo.
Evidentemente, se trata de una brecha considerable, que también se reflejará en la evolución doctrinal de las fuerzas armadas de EEUU y la OTAN.
La segunda revolución que se está abriendo paso en la definición de la guerra del futuro es el gran dominio otorgado a la inteligencia artificial (IA). Subyace la idea de que deben desplegarse «redes de combate colaborativas hombre-máquina que lleven a cabo operaciones algorítmicas posibilitadas por la IA» [4]. Esta idea se basa en la convicción de que el futuro campo de batalla se caracterizará por dos elementos: la presencia de sistemas de armas dirigidos por humanos, así como de sistemas autónomos y mixtos, y la presencia de infinidad de sensores, capaces de generar una enorme cantidad de datos [5]. De ahí la necesidad de la IA, tanto para recoger y procesar rápidamente estos datos como para transformarlos en instrucciones para los sistemas de armas no tripulados. Todo ello a la mayor velocidad posible, lo más cerca posible de la capacidad de implementación de los sistemas-máquina.
Sin embargo, desde este punto de vista, se trata en realidad más bien de una evolución, ya que se mueve dentro de un concepto de guerra en el que es el factor tecnológico el que se considera decisivo.
En términos generales, parece que Estados Unidos ha olvidado que ha perdido más de una guerra contra ejércitos primitivos (Vietnam, Afganistán), pero no renuncia a su convicción de que la superioridad es esencialmente un hecho tecnológico. La lección ucraniana tampoco está aprendida, aunque demuestra claramente que en una guerra de desgaste es mucho más importante la cantidad que la calidad. Un tanque de los años 70 dispara tan bien como un tanque supertecnológico, y si eres capaz de desplegar entre 10 y 20 de ellos por cada tanque moderno enemigo, la ventaja de la calidad desaparece rápidamente. Además, la diferencia de costes -y de plazos de producción- va en detrimento de la tecnología. Siempre desde Ucrania, un ejemplo claro es el de las defensas antiaéreas y antimisiles proporcionadas por Occidente a Kiev; sistemas muy caros, con tiempos de producción muy largos, en los que cada misil cuesta una enormidad, que son puestos fuera de combate por drones que no cuestan más que una centésima parte del sistema destruido. Y de hecho estas defensas ucranianas son hoy casi nulas.
Obviamente, detrás de esta visión estratégica no sólo hay un sentimiento de superioridad occidental, sino también una auténtica confianza -casi ilimitada- en la tecnología de fabricación estadounidense [6], así como (por último, pero no por ello menos importante) los intereses del complejo militar-industrial, que puede obtener mayores márgenes de beneficio de una producción limitada de sistemas de armas de alta tecnología y alto coste.
La cuestión de la modernización de la doctrina estratégica, de hecho, no es una mera cuestión teórica, sino que se refleja inmediatamente tanto en la organización general de las fuerzas armadas, en el tipo de sistemas de armas empleados, como en la producción industrial que debe sustentar todo ello, incluso en condiciones de conflicto -y, por tanto, de alto consumo.
Nuevamente de los campos de batalla ucranianos, la constatación de que existe un desfase considerable entre el consumo de municiones de artillería y misiles, y la correspondiente producción occidental.
Todo esto significa que el desarrollo -doctrinal, organizativo y productivo- de un nuevo Concepto Conjunto de Combate supondrá un esfuerzo finalista, cuya duración no puede esperarse que sea inferior a un periodo de cinco años [7]. Y todo ello sin tener en cuenta el tiempo necesario para formar al personal en las nuevas tácticas de combate. Según Hicks (refiriéndose a la insuficiente formación de los ucranianos), «para producir una fuerza de campaña eficaz, capaz de emplear operaciones de armas combinadas, para derrotar a una gran potencia que haya preparado un sistema defensivo de varios cinturones, primero es necesario disponer de un número considerable de brigadas de combate totalmente dotadas. Los batallones y compañías de cada brigada deben estar dotados de jefes y sargentos de pelotón, comandantes de compañía, sargentos primeros, sargentos mayores, comandantes de batallón y oficiales de operaciones con experiencia en la conducción de tales operaciones. Estos líderes necesitan una experiencia de dos a cinco años a nivel de pelotón, de cinco a siete años a nivel de compañía y de 15 a 20 años a nivel de batallón y brigada» [8]. Y seguimos hablando de guerra convencional, ¡según los viejos patrones de AirLand Battle! La transición a un JWC basado en IA, por tanto algo totalmente nuevo para toda la línea de mando, es difícil de creer que pueda realizarse en poco tiempo.
Si esta es la línea estratégica que pretenden seguir Estados Unidos y la OTAN, significa que no podrán hacer frente a una batalla simétrica directa durante al menos 10-15 años. Pero mientras tanto, el PLA (Ejército Popular de Liberación) chino habrá superado sin duda a las fuerzas estadounidenses no sólo en términos de fuerzas terrestres, sino también en términos de armada. Y la economía china probablemente habrá superado a la estadounidense. Por no hablar de que la aceleración de la agresión estadounidense ya está empujando a sus principales enemigos (China, Rusia, Irán y Corea del Norte, todos ellos muy bien equipados militar e industrialmente [9]) a desarrollar una cooperación avanzada en este terreno, y que en caso de conflicto todos ellos actuarían contra la OTAN y la ASEAN. Lo que difícilmente dejaría una oportunidad a las fuerzas occidentales.
Aun olvidando que esta doctrina estratégica tardaría entre medio y largo tiempo en ser operativa y que, por tanto, la fase de transición sería un momento de debilidad para las fuerzas armadas occidentales, contiene sin embargo -en mi opinión- una dosis excesiva de optimismo. En primer lugar, como es tradición, postula que el enemigo no es simplemente simétrico (de hecho, «casi igual»…), sino también especular, es decir, un enemigo que adopta la misma perspectiva estratégica. Lo cual no es en absoluto el caso. Por supuesto, cualquier ejército de cierta potencia incorporará formas de inteligencia artificial, del mismo modo que recurrirá cada vez más al uso de sistemas de armas autónomos basados en máquinas. Pero esto en sí mismo no implica que se vayan a utilizar con la misma lógica que en la OTAN.
Si nos fijamos, por ejemplo, en la categoría de los drones (que van desde los grandes UAV de observación y ataque, pasando por los drones kamikaze, hasta los pequeños cuadricópteros de detección), parece entenderse que su uso dentro del nuevo JWC consiste principalmente en adquirir información sobre el campo de batalla, transmitirla al software de la IA que la procesa toda en tiempo real y, a continuación, transmite órdenes operativas a los sistemas atacantes (ya sean drones, unidades terrestres o aerotransportadas). Se trata claramente de un enfoque centralizado -aunque a nivel de mando operativo- parcialmente mitigado por la gestión autónoma realizada por la propia IA. Si tenemos en cuenta que, en el conflicto ucraniano, las fuerzas de Kiev pierden -según admiten- unos 10.000 drones al mes, es fácil comprender que este tipo de enfoque, estructurado para trabajar con grandes cantidades de datos, es también extremadamente frágil. Si, en un campo de batalla, el flujo de datos se redujera drásticamente, todo el sistema de mando y control correría el riesgo de volverse loco.
No es casualidad que el concepto de maniobra ampliada se desarrollara en el Pentágono. La esencia de la maniobra expandida consiste en agregar capacidades operativas para conseguir un efecto significativo, manteniendo al mismo tiempo una gran capacidad de desagregarlas para sobrevivir a cualquier tipo de amenaza. Es decir, conseguir una flexibilidad extrema en el sistema C2. Lo cual, como dice el General John Hyten [10], «es algo sencillo de decir. Es una aspiración. Es increíblemente difícil de conseguir».
En esencia, si, como hemos visto, el nuevo Concepto Conjunto de Combate difiere del antiguo esencialmente en su aceptación de una perspectiva de guerra simétrica y un mayor impulso en la dirección de la tecnologización de la guerra, lleva consigo, sin embargo, dos viejas limitaciones: a) suponer que el enemigo adoptará el mismo enfoque y b) suponer que la superioridad inherente al sistema occidental producirá en consecuencia la de su aparato bélico.
Esto puede parecer a primera vista un capricho (o vicio) cultural, de importancia secundaria desde el punto de vista estratégico, pero como hemos visto, es algo cada vez más significativo. Este prejuicio, de hecho, no sólo produce la sobreestimación de las capacidades propias (y a menudo la subestimación de las del enemigo), sino que constituye un obstáculo para aprender de la experiencia, incluso y especialmente cuando ésta es negativa.
Aunque la redacción del nuevo JWC comenzó en 2018, es bastante evidente que lo que está surgiendo de la guerra de Ucrania no le está afectando de manera significativa. Mientras que desde este punto de vista los rusos están demostrando ser muy pragmáticos y capaces de adaptarse oportunamente a los cambios que se están produciendo en el campo de batalla, en el lado estadounidense se observa en cambio una reticencia a reconocer los errores, que es luego la premisa para repetirlos, o al menos para no corregirlos.
Aunque reconocen, por ejemplo, que «la cruda verdad de la guerra entre Rusia y Ucrania hoy es que la ofensiva de Kiev ha fracasado, y ningún intento podrá cambiar el resultado» [11], los mandos de la OTAN echan la culpa a los mandos ucranianos, supuestamente incapaces de ejecutar correctamente lo que se les había enseñado durante su precipitado entrenamiento en Europa. Omitiendo, sin embargo, no sólo que era bien sabido que los planes sugeridos por la OTAN eran por varias razones completamente impracticables, sino que la propia ofensiva responde mucho más a las necesidades políticas de Occidente que a las necesidades militares de Ucrania.
La negativa a admitir la derrota, a asumir como mínimo la responsabilidad por ella, si bien puede tener sentido en el plano de la propaganda y de la comunicación mediática, se agrava en cambio si se manifiesta en el plano del análisis y de la reflexión teórica.
El riesgo, para el imperio estadounidense, es que la ciberguerra de ciencia ficción que imagina librar en el futuro no resulte ser más que un cuento de hadas de ciencia ficción. Y que, al contrario que en los cómics, los villanos puedan ganar.
Notas
1 – Véase «A Joint Warfighting Concept for Systems Warfare», Robert O. Work, cnas.org
2 – Curiosamente, en su discurso «The Urgency to Innovate» (publicado en www.defense.gov), la Vicesecretaria de Defensa Kathleen Hicks hace referencia explícita a China, sin mencionar nunca a Rusia, señal de que -en el diseño estratégico global de EEUU- se contempla la confrontación directa con la República Popular China, pero no con la Federación Rusa. Esto, a pesar de que en los grandes diseños estratégicos de Washington, Rusia es considerada un adversario menor, y se persigue su destrucción como aparato estatal, mientras que China es considerada un adversario casi igual, al que sólo hay que doblegar.
3 – Véase «La urgencia de innovar», ibid.
4 – Véase «A Joint Warfighting Concept for Systems Warfare», ibid.
5 – «El campo de batalla abarca todo un teatro de operaciones, custodiado por miles de sensores multifenomenológicos que proporcionan demasiados datos e información para que cualquier comandante humano pueda procesarlos y comprenderlos», ibid.
6 – «nuestra capacidad de innovar, de cambiar las reglas del juego y, en el ámbito militar, de imaginar, crear y dominar el carácter futuro de la guerra», «La urgencia de innovar», ibid.
7 – Cf. «El tablero de Brzezinski», Redcoats
8 – Véase «La urgencia de innovar», ibídem
9 – En cuanto a Irán, es bien sabido que su producción de aviones no tripulados es de las más avanzadas y masivas del mundo, así como que él mismo ha desarrollado misiles hipersónicos (Estados Unidos aún está en fase de pruebas), mientras que la menos conocida Corea cuenta con un poderoso ejército y ha desarrollado sistemas de armamento de última generación. Sobre esto, véase «Four North Korean Weapons Types Russia Could Seek to Import Urgently: How Each Could Shift the Balance in Ukraine», Military Watch Magazine
10 – Citado en «The Joint Warfighting Concept Failed, Until It Focused on Space and Cyber», Theresa Hitchens, breakingdefence.com
11 – Véase «La urgencia de innovar», ibid.
4. La pesadilla libia.
Otro interesante artículo de Chris Hedges en su Substack, sobre la crisis libia, tristemente de actualidad.
Humanitarian Imperialism Created the Libyan Nightmare
El imperialismo humanitario creó la pesadilla libia
La intervención militar de la OTAN en Libia en 2011, que derrocó al régimen de Muamar Gadafi, dio lugar a un Estado fallido caótico y asesino. Los libios pagan un precio horrible por esta catástrofe.
Chris Hedges, 16 de septiembre
«Vinimos, vimos, murió», bromeó Hillary Clinton cuando Muamar Gadafi, tras siete meses de bombardeos de Estados Unidos y la OTAN, fue derrocado en 2011 y asesinado por una turba que lo sodomizó con una bayoneta. Pero Gadafi no sería el único en morir. Libia, antaño el país más próspero y uno de los más estables de África, un país con sanidad y educación gratuitas, derecho de todos los ciudadanos a una vivienda, electricidad, agua y gasolina subvencionadas, junto con la tasa de mortalidad infantil más baja y la esperanza de vida más alta del continente, además de una de las tasas de alfabetización más elevadas, se fragmentó rápidamente en facciones enfrentadas. En la actualidad, dos regímenes rivales se disputan el control de Libia, junto con una serie de milicias rebeldes.
El caos que siguió a la intervención occidental hizo que las armas de los arsenales del país inundaran el mercado negro, y muchas de ellas fueron arrebatadas por grupos como el Estado Islámico. La sociedad civil dejó de funcionar. Los periodistas captaron imágenes de inmigrantes procedentes de Nigeria, Senegal y Eritrea golpeados y vendidos como esclavos para trabajar en los campos o en las obras de construcción. Las infraestructuras de Libia, incluidas las redes eléctricas, los acuíferos, los yacimientos petrolíferos y las presas, se deterioraron. Y cuando las lluvias torrenciales de la tormenta Daniel -la crisis climática es otro regalo del mundo industrializado a África- desbordaron dos presas decrépitas, muros de agua de 6 metros de altura se precipitaron e inundaron el puerto de Derna y Bengasi, dejando hasta 20.000 muertos, según Abdulmenam Al-Gaiti, alcalde de Derna, y unos 10.000 desaparecidos.
«La fragmentación de los mecanismos de gestión y respuesta a las catástrofes del país, así como el deterioro de las infraestructuras, agravaron la enormidad de los problemas. La situación política es un factor de riesgo», declaró el profesor Petteri Taalas, Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial.
Taalas declaró a la prensa el jueves pasado que «la mayoría de las víctimas humanas» se habrían evitado si hubiera habido un «servicio meteorológico que funcionara con normalidad» que «hubiera emitido las alertas [necesarias] y también la gestión de emergencias de este hubiera podido llevar a cabo las evacuaciones de la población».
El cambio de régimen occidental, llevado a cabo en nombre de los derechos humanos bajo la doctrina de las Naciones Unidas de la R2P (Responsabilidad de Proteger), destruyó Libia -como hizo con Irak- como nación unificada y estable. Las víctimas de las inundaciones forman parte de las decenas de miles de muertos libios resultantes de nuestra «intervención humanitaria», que hizo que la ayuda en caso de catástrofe fuera inexistente. Somos responsables del prolongado sufrimiento de Libia. Pero una vez que sembramos el caos en un país en nombre de salvar a sus perseguidos -independientemente de si están siendo perseguidos o no- nos olvidamos de que existen.
Karl Popper, en «La sociedad abierta y sus enemigos», advirtió contra la ingeniería utópica, las transformaciones sociales masivas, casi siempre implantadas por la fuerza, y dirigidas por quienes se creen dotados de una verdad revelada. Estos ingenieros utópicos llevan a cabo la destrucción al por mayor de sistemas, instituciones y estructuras sociales y culturales en un vano esfuerzo por alcanzar su visión. En el proceso, desmantelan los mecanismos autocorrectivos de reforma incremental y fragmentaria que son impedimentos para esa gran visión. La historia está repleta de ingeniería social utópica asesina: los jacobinos, los comunistas, los fascistas y ahora, en nuestra propia era, los globalistas o imperialistas neoliberales.
Libia, como Irak y Afganistán, fue víctima de los autoengaños de los intervencionistas humanitarios: Barack Obama, Hillary Clinton, Ben Rhodes, Samantha Power y Susan Rice. La administración Obama armó y respaldó a una fuerza insurgente que creían que cumpliría las órdenes de Estados Unidos. En un reciente post, Obama instaba a la población a apoyar a las agencias de ayuda para aliviar el sufrimiento del pueblo libio, una petición que provocó una comprensible reacción violenta en las redes sociales.
No existe un recuento oficial de las víctimas directas e indirectas de la violencia en Libia durante los últimos 12 años. Esto se ve agravado por el hecho de que la OTAN no investigó las víctimas resultantes de su bombardeo de siete meses del país en 2011. Pero es probable que la cifra total de muertos y heridos se cuente por decenas de miles. Action on Armed Violence registró «8.518 muertos y heridos por violencia explosiva en Libia» entre 2011 y 2020, de los cuales 6.027 fueron víctimas civiles.
En 2020, una declaración publicada por siete agencias de la ONU informaba de que «cerca de 400.000 libios se han visto desplazados desde el inicio del conflicto hace nueve años, aproximadamente la mitad de ellos en el último año, desde que comenzó el ataque a la capital, Trípoli, [por parte de las fuerzas del mariscal de campo Khalifa Belqasim Haftar]».
«La economía libia se ha visto golpeada por la [guerra civil], la pandemia del COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania», informó el Banco Mundial en abril de este año. «La fragilidad del país está teniendo repercusiones económicas y sociales de gran alcance. El PIB per cápita disminuyó un 50% entre 2011 y 2020, mientras que podría haber aumentado un 68% si la economía hubiera seguido su tendencia anterior al conflicto», señala el informe. «Esto sugiere que la renta per cápita de Libia podría haber sido un 118 por ciento mayor sin el conflicto». El crecimiento económico en 2022 siguió siendo bajo y volátil debido a las interrupciones de la producción de petróleo relacionadas con el conflicto.»
El informe de Amnistía Internacional sobre Libia 2022 también ofrece una lectura sombría. «Las milicias, los grupos armados y las fuerzas de seguridad siguieron deteniendo arbitrariamente a miles de personas. Decenas de manifestantes, abogados, periodistas, críticos y activistas fueron detenidos y sometidos a tortura y otros malos tratos, a desapariciones forzadas y a «confesiones» forzadas ante las cámaras». Amnistía describe un país en el que las milicias actúan con impunidad y los abusos contra los derechos humanos, incluidos los secuestros y la violencia sexual, son generalizados. Añade que «los guardacostas libios respaldados por la UE y las milicias de la Autoridad de Apoyo a la Estabilidad interceptaron a miles de refugiados y migrantes en el mar y los devolvieron por la fuerza a centros de detención en Libia. Los migrantes y refugiados detenidos fueron sometidos a tortura, homicidios ilegítimos, violencia sexual y trabajos forzados.»
Los informes de la Misión de Apoyo de la ONU a Libia (UNSMIL) no son menos terribles.
En Libia se saquearon arsenales de armas y municiones -se calcula que entre 150.000 y 200.000 toneladas- y muchas de ellas se traficaron a Estados vecinos. En Malí, las armas procedentes de Libia alimentaron una insurgencia latente de los tuareg, desestabilizando el país. En última instancia, condujo a un golpe militar y a una insurgencia yihadista que suplantó a los tuareg, así como a una guerra prolongada entre el gobierno maliense y los yihadistas. Esto desencadenó otra intervención militar francesa y provocó el desplazamiento de 400.000 personas. Las armas y municiones procedentes de Libia también llegaron a otras zonas del Sahel, como Chad, Níger, Nigeria y Burkina Faso.
La miseria y la carnicería, que se extendieron desde una Libia desmembrada, se desencadenaron en nombre de la democratización, la construcción nacional, la promoción del Estado de derecho y los derechos humanos.
El pretexto para el asalto fue que Gadafi estaba a punto de lanzar una operación militar para masacrar a civiles en Bengasi, donde las fuerzas rebeldes habían tomado el poder. Tenía tanta sustancia como la acusación de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva, otro ejemplo de ingeniería social utópica que dejó más de un millón de iraquíes muertos y millones más expulsados de sus hogares.
Gaddafi -a quien entrevisté durante dos horas en abril de 1995 cerca de los restos destruidos de su casa, bombardeada por aviones de guerra estadounidenses en 1986- y Hussein fueron atacados no por lo que hacían a su propio pueblo, aunque ambos podían ser brutales. Fueron atacados porque sus naciones tenían grandes reservas de petróleo y eran independientes del control occidental. Renegociaron contratos más favorables para sus naciones con los productores de petróleo occidentales y adjudicaron contratos petroleros a China y Rusia. Gadafi también dio acceso a la flota rusa al puerto de Bengasi.
Los correos electrónicos de Hillary Clinton, obtenidos a través de una solicitud de libertad de información y publicados por WikiLeaks, también exponen la preocupación de Francia por los esfuerzos de Gadafi para «proporcionar a los países africanos francófonos una alternativa al franco francés (CFA)». Sidney Blumenthal, asesor de Clinton durante muchos años, informó sobre sus conversaciones con oficiales de inteligencia franceses acerca de las motivaciones del presidente francés Nicholas Sarkozy, principal artífice del ataque a Libia. Blumenthal escribe que el presidente francés busca «una mayor participación en el petróleo libio», una mayor influencia francesa en la región, una mejora de su posición política interna, una reafirmación del poder militar francés y el fin de los intentos de Gadafi de suplantar la influencia francesa en el «África francófona.»
Sarkozy, que ha sido condenado en dos casos distintos por corrupción e incumplimiento de las leyes de financiación de campañas electorales, se enfrenta a un juicio histórico en 2025 por haber recibido presuntamente millones de euros en contribuciones secretas ilegales de Gadafi a su campaña, para ayudarle en su exitosa candidatura presidencial de 2007.
Estos fueron los verdaderos «crímenes» en Libia. Pero los verdaderos crímenes siempre permanecen ocultos, tapados por una retórica florida sobre la democracia y los derechos humanos.
El experimento estadounidense, basado en la esclavitud, comenzó con una campaña genocida contra los nativos americanos que se exportó a Filipinas y, más tarde, a países como Vietnam. Los relatos que nos contamos sobre la Segunda Guerra Mundial, en gran medida para justificar nuestro derecho a intervenir en todo el mundo, son mentira. Fue la Unión Soviética la que destruyó el ejército alemán mucho antes de que desembarcaramos en Normandía. Bombardeamos ciudades en Alemania y Japón matando a cientos de miles de civiles. La guerra en el Pacífico Sur, donde luchó uno de mis tíos, fue bestial, caracterizada por un racismo rabioso, mutilaciones, torturas y la ejecución rutinaria de prisioneros. Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron crímenes de guerra atroces. Estados Unidos destruye rutinariamente las democracias que nacionalizan las empresas estadounidenses y europeas, como en Chile, Irán y Guatemala, sustituyéndolas por regímenes militares represivos. Washington apoyó los genocidios de Guatemala y Timor Oriental. Adopta el crimen de la guerra preventiva. Hay poco en nuestra historia que justifique la pretensión de virtudes estadounidenses únicas.
Las pesadillas que orquestamos en Irak, Afganistán y Libia son minimizadas o ignoradas por la prensa, mientras que los beneficios son exagerados o inventados. Y como Estados Unidos no reconoce al Tribunal Penal Internacional, no hay ninguna posibilidad de que ningún dirigente estadounidense rinda cuentas por sus crímenes.
Los defensores de los derechos humanos se han convertido en una pieza vital del proyecto imperial. La extensión del poder estadounidense, argumentan, es una fuerza para el bien. Esta es la tesis del libro de Samantha Power «A Problem from Hell: América y la era del genocidio». Defienden la doctrina R2P del Departamento de Estado. Según esta doctrina, los Estados deben respetar los derechos humanos de sus ciudadanos. Cuando se violan estos derechos, se anula la soberanía. Se permite la intervención de fuerzas exteriores. Miguel d’Escoto Brockmann, ex presidente de la Asamblea General de la ONU, advirtió en 2009 que la RdP podría utilizarse indebidamente «para justificar intervenciones arbitrarias y selectivas contra los Estados más débiles».
«Desde el final de la Guerra Fría, la idea de los derechos humanos se ha convertido en una justificación para la intervención de las principales potencias económicas y militares del mundo, sobre todo Estados Unidos, en países vulnerables a sus ataques», escribe Jean Bricmont en «Imperialismo humanitario: Utilizar los derechos humanos para vender la guerra». «Hasta la invasión estadounidense de Irak, [una] gran parte de la izquierda fue a menudo cómplice de esta ideología de la intervención, descubriendo nuevos ‘Hitlers’ según surgía la necesidad, y denunciando los argumentos contra la guerra como apaciguamiento según el modelo de Munich en 1938.»
El credo de la intervención humanitaria es selectivo. La compasión se extiende a las víctimas «dignas» mientras que las víctimas «indignas» son ignoradas. La intervención militar es buena para los iraquíes, los afganos o los libios, pero no para los palestinos o los yemeníes. Los derechos humanos son supuestamente sacrosantos cuando se habla de Cuba, Venezuela e Irán, pero irrelevantes en nuestras colonias penales extraterritoriales, la mayor prisión al aire libre del mundo en Gaza o nuestras zonas de guerra infestadas de drones. La persecución de disidentes y periodistas es un crimen en China o Rusia, pero no cuando los objetivos son Julian Assange y Edward Snowden.
La ingeniería social utópica es siempre catastrófica. Crea vacíos de poder que aumentan el sufrimiento de aquellos a quienes los utopistas pretenden proteger. La bancarrota moral de la clase liberal, que narro en «La muerte de la clase liberal», es total. Los liberales han prostituido sus supuestos valores al Imperio. Incapaces de asumir la responsabilidad de la carnicería que infligen, claman por más destrucción y muerte para salvar al mundo.
Observación de José Luis Martín Ramos:
A mí me indigna, me subleva. Bajo el epíteto de ingeniería social el liberalismo ha estigmatizado siempre los proyectos de alternativa sistémica. Para ellos no hacen falta nuevas estructuras, nuevos paisajes, nuevas maneras de organizar, etc. Están contentos con lo que hay. Ese liberalismo, que a través del colonialismo «civilizador», del imperialismo, fue el sistema más asesino de la historia, de manera indirecta y directa: en Africa, en la India, en Indonesia…. Y , como siempre pone en el mismo plano los jacobinos ¿? – menos asesinos que la monarquía, que los termidorianos,… y los comunistas con el fascismo; de todos los que cita el nacionalsocialismo y el imperialismo -no solo el del hoy, el «neoliberal»- son los únicos que incluyeron en su ideario, en su proyecto de dominio, el exterminio en masa, los únicos que pueden considerarse asesinos intrínsecamente.
5. Pérdidas brutales en la guerra de Ucrania
Ha causado mucha sensación unas declaraciones del jefe de la unidad de reclutamiento de Poltava diciendo que de cada 100 movilizados pueden seguir en activo entre 10 y 20. Sapir, en un hilo, recoge estas cifras y habla también de las pérdidas rusas, que me parecen también muy considerables.
Pérdidas asombrosas en Ucrania: «De cada 100 personas movilizadas el pasado otoño, quedan entre 10 y 20, el resto están muertos, heridos e incapacitados». Así lo ha declarado el jefe del TsK regional de Poltava. Según él, Poltava ocupa el último lugar de la región en cuanto a tasas de reclutamiento: sólo ha cumplido el plan del Estado Mayor en un 13%».
Из каждых 100 человек осталось 10-20. Начальник Полтавского ТЦК рассказал о потерях в своём округе
Y estas son las cifras que presenta Sapir en su hilo:
1. Sobre las pérdidas rusas en la guerra de Ucrania, la mejor fuente es la BBC y MEDIAZONA (con una contribución de MEDUZA).
A principios de agosto daba una cifra global de 80.000 muertos, a mediados de septiembre 90.000. https://www.bbc.com/russian/
2. Esta fuente también da la proporción de heridos graves, incapaces de volver al servicio: 1,7 por muerte, o 136.000 a principios de agosto.
El total de bajas rusas (y asociadas) es, por tanto, de 216.000 hombres.
3. Las bajas ucranianas oscilan entre 240.000 y 400.000, según las fuentes, entre principios de agosto y principios de septiembre. Es decir, una proporción de 3 a 1 muertos rusos.
4. Si aplicamos el mismo coeficiente (que utiliza el MinDef en Francia) obtenemos entre 408.000 y 680.000 hombres no aptos para el combate, es decir, unas pérdidas totales de entre 648.000 y 1.080.000 hombres.
5. Estas enormes pérdidas, ahora confirmadas por fuentes ucranianas, deben compararse con el ejército ucraniano «movilizado» en junio de 2022: 750.000 hombres.
6. Esto significa que las pérdidas en combate representan entre el 86% y el 144% de los efectivos iniciales.
Estas cifras son comparables a las de la 1ª Guerra Mundial.
7. Hay que añadir que estas bajas no incluyen a los «voluntarios» extranjeros que combaten en el ejército ucraniano. No existen datos fiables sobre sus bajas.
8. Una tasa de bajas semejante, comparada con la del ejército ruso (17%), tiene consecuencias evidentes para las aptitudes de los combatientes supervivientes.
Los mejor entrenados tuvieron que morir.
Por lo tanto, las competencias del ejército ucraniano han disminuido y seguirán haciéndolo.
9. Por eso es absolutamente imprescindible hablar de paz.
Para poner fin a esta carnicería y evitar un colapso total del ejército ucraniano en los próximos meses.
6. Policrisis
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Bajo la policrisis está el singular dilema de la humanidad llamado capitalismo | Boletín 37 (2023)
7. Dilemas de la Humanidad en la zona árabe-Magreb
Con el mismo formato que otras reuniones anteriores, se ha celebrado la conferencia árabe-Magreb de «Dilemas de la Humanidad». Esta es la información que han publicado:
Conferencia Árabe-Magreb Dilemas de la Humanidad
Movimientos populares, partidos y organizaciones sociales de la región Árabe-Magreb organizaron una exitosa Conferencia Regional de Dilemas de la Humanidad realizada entre el 1 y el 4 de septiembre, en Túnez (Túnez). La actividad reunió a un centenar de activistas, dirigentes políticos e intelectuales de 52 organizaciones políticas y populares de 12 países – Túnez, Egipto, Marruecos, Palestina, Yemen, Líbano, Siria, Jordania, Sahara Occidental, Irak, Kuwait y Mauritania.
Durante los cuatro días de conferencia, los principales temas debatidos fueron: la lucha de liberación de la juventud; la defensa del medio ambiente, la soberanía alimentaria y el derecho a la tierra; la lucha por la liberación de la mujer; la organización de la clase trabajadora; el enfrentamiento al sionismo y la anti normalización; el combate a la represión política y la lucha por los derechos y libertades.
Estos temas se debatieron en grupos de trabajo y debate, en los que diversos países y organizaciones tuvieron la oportunidad de presentar las situaciones actuales, analizarlas y proponer acciones. Los consensos formulados fueron la piedra angular del inicio de un trabajo participativo con las diversas organizaciones presentes en la conferencia y entre aquellas que no pudieron asistir a los debates por motivos diversos, como limitaciones al tránsito de personas entre los países de la región.
El trabajo en estas comisiones también fue importante para abordar temas que afectan directa y gravemente la vida de los pueblos de toda la región Árabe-Magreb.
Uno de los centrales es la soberanía alimentaria y el derecho a la tierra, un problema que ha causado el deterioro de las condiciones de vida de los pueblos. Eso se debe especialmente por la tendencia de los países a abandonar la satisfacción de sus necesidades básicas y desarrollar cada vez más políticas serviles con los países que dominan la producción de alimentos. Una de las consecuencias de esas políticas es la marginación de los agricultores y agricultoras. Como respuesta a esa problemática se plantea la necesidad de que las organizaciones populares adopten nuevas medidas para avanzar con la soberanía alimentaria en cada nación, al mismo tiempo que luchan por poner la tierra a disposición de quienes en ella trabajan.
Los debates en los grupos también fueron una oportunidad de unir lazos y abordar muchos de los problemas comunes, en un ambiente cordial y de unidad. Esto se reflejó en las conclusiones, que alcanzaron definiciones que buscan tener un impacto contundente en la política regional, especialmente aquellas relacionadas a la liberación de los presos políticos y de conciencia. En ese sentido, se está trabajando en la creación de un comité conjunto que incluya a varias organizaciones y asociaciones que trabajan en temas de derechos y libertades. Además, plantean desarrollar un trabajo que aborde la normalización de las relaciones con el régimen sionista, que viene experimentando una creciente expansión en la región.
Otros ejes de trabajo fueron propuestos durante la Conferencia Árabe-Magreb Dilemas de la Humanidad, entre ellos la organización de la juventud, especialmente porque la región está siendo testigo de un aumento del desempleo entre los jóvenes. Otro eje es la organización de las mujeres, debido a la escalada de violencia y exclusión de género, y de la clase trabajadora, como respuesta a la explotación ejercida por las empresas multinacionales y su impacto negativo en las condiciones de vida de los y las trabajadoras.
Las conclusiones finales del encuentro demostraron un importante avance de la articulación e integración de las organizaciones populares de la región y fue una oportunidad más de debate colectivo. Eso se manifestó por medio de la construcción de una mirada internacional que busca impulsar las luchas y las propuestas desde los pueblos árabes y magrebíes hacia la Conferencia Internacional Dilemas de la Humanidad, que tendrá lugar del 14 al 18 de octubre, en Sudáfrica.
8. Más sobre los límites planetarios.
Además del hilo en el que se explica la situación de cada límite y su importancia, os paso este artículo de Lapoliticaonline en el que se presenta con más amplitud la historia de esta evaluación del estado de nuestro planeta a través de un sistema de límites. https://www.lapoliticaonline.
Otra advertencia científica: «La Tierra empieza a estar fuera del espacio operativo seguro para la humanidad».
Seis de los nueve «límites planetarios» están rotos por los seres humanos, según una actualización científica: La alerta: «La humanidad está ejerciendo una presión sin precedentes sobre la Tierra».
Por Andrés Actis (Madrid)14/09/2023
9. Bhadakrumar sobre el G20
Estos días que he estado fuera de juego, Bhadrakumar ha publicado un par de entradas en su blog. Os paso la primera de ellas, sobre la necesidad de reformas en el G-20.
Posted on septiembre 12, 2023 by M. K. BHADRAKUMAR
El G20 necesita una verdadera reforma
Siendo India el país anfitrión, es comprensible y probablemente justificable el alarde triunfalista de que la cumbre del G20 de los días 9 y 10 de septiembre fue un «éxito». Ciertamente, la diplomacia india estaba en plena efervescencia. La negociación de la Declaración del G20 no es un logro insignificante en un entorno altamente polarizado.
Dicho esto, desde una perspectiva de futuro, los factores geopolíticos que estuvieron en juego en la cumbre de Delhi seguirán siendo los determinantes del futuro del G20 como formato para forjar nuevas direcciones en las estrategias económicas. En un mundo desgarrado, quedan muchos imponderables.
Los factores geopolíticos pueden atribuirse en gran medida al hecho de que la cumbre del G20 tuvo lugar en un punto de inflexión en la guerra de Ucrania, un acontecimiento que es, como la punta de un iceberg, una manifestación de las tensiones que se acumulan entre las potencias occidentales y Rusia en la era posterior a la guerra fría.
El quid de la cuestión es que la Guerra Fría terminó mediante negociaciones, pero la nueva era no se ancló en ningún tratado de paz. El vacío creó desviaciones y anomalías – y siendo la seguridad indivisible, las tensiones empezaron a aparecer cuando la OTAN se embarcó en una expansión hacia el este, en los territorios del antiguo Pacto de Varsovia, a finales de los años noventa.
Con gran clarividencia, George Kennan, el coreógrafo de las estrategias de la guerra fría, advirtió que la administración de Bill Clinton, presa del «momento unipolar», estaba cometiendo un grave error, pues Rusia se sentiría amenazada por la expansión de la OTAN, lo que inexorablemente complicaría las relaciones de Occidente con Rusia durante mucho, mucho tiempo.
Pero la OTAN siguió expandiéndose y acercándose hacia las fronteras occidentales de Rusia en un arco de cerco. Era un secreto a voces que Ucrania se convertiría en última instancia en el campo de batalla donde chocarían las fuerzas titánicas.
Como era de esperar, tras el cambio de régimen en Ucrania respaldado por Occidente en 2014, se instaló en Kiev un régimen antirruso y la OTAN se embarcó en un refuerzo militar en ese país junto con un plan concertado para incorporarlo al sistema de alianzas occidentales.
Baste decir que el «consenso» alcanzado en la cumbre del G-20 de la semana pasada en relación con la guerra de Ucrania es, en realidad, un momento pasajero en la lucha geopolítica entre Estados Unidos y Rusia, ya que en él está incrustada la crisis existencial a la que se enfrenta Rusia.
No hay la menor prueba de que Estados Unidos esté dispuesto a conceder legitimidad a los intereses de defensa y seguridad de Rusia o a renunciar a sus nociones de excepcionalismo y hegemonía mundial. En todo caso, se avecina un periodo muy turbulento. Por tanto, no hay que exagerar las buenas noticias de la cumbre de Delhi, por mucho que se saboree el momento.
El retroceso de Washington en la cumbre respecto a Ucrania ha sido tanto una respuesta creativa a los esfuerzos mediadores de los tres países BRICS -Sudáfrica, India y Brasil- como, si no más, en su propio interés por evitar el aislamiento del Sur Global.
Evidentemente, mientras Moscú elogia profusamente a India y Modi, ocurre lo contrario en la opinión occidental, donde el compromiso sobre Ucrania no ha sentado nada bien. El periódico británico Financial Times, que está conectado con el pensamiento gubernamental, ha escrito que la Declaración de Delhi sólo se refiere a la «guerra en Ucrania», una formulación que los partidarios de Kiev, como Estados Unidos y los aliados de la OTAN, han rechazado previamente, ya que implica que ambas partes son igualmente cómplices, y «pidió una ‘paz justa y duradera en Ucrania’, pero no vinculó explícitamente esa demanda a la importancia de la integridad territorial de Ucrania».
De hecho, los sentimientos están a flor de piel y, sin duda, a medida que la guerra de Ucrania entre en la siguiente fase brutal, hervirán ante la perspectiva de una victoria rusa.
Una vez más, no cabe duda de que Occidente se siente desafiado por el espectacular auge de los BRICS; es más, el seductor atractivo del grupo entre los países en desarrollo, el llamado Sur Global, inquieta a Occidente.
Occidente tampoco puede esperar entrar en la carpa de los BRICS. Mientras tanto, los BRICS avanzan con determinación hacia la sustitución del sistema de comercio internacional en el que se sustentaba la hegemonía occidental. La militarización de las sanciones por parte de Estados Unidos -y la incautación arbitraria de las reservas rusas- ha creado recelos en las mentes de muchas naciones.
En pocas palabras, Estados Unidos ha olvidado su solemne promesa de que su moneda sería de libre acceso para todos los países cuando el dólar sustituyó al oro como reserva a principios de la década de 1970. Hoy, Estados Unidos ha dado la vuelta a esa promesa y se aprovecha de la primacía del dólar para imprimir la moneda tanto como quiera y vivir por encima de sus posibilidades.
La tendencia creciente es hacia el comercio en monedas locales, prescindiendo del dólar. Se espera que los BRICS aceleren estos cambios. No se equivoquen, tarde o temprano, los BRICS podrían trabajar en una moneda alternativa para sustituir al dólar.
Es concebible, por tanto, que haya conspiraciones occidentales para crear disonancias en el seno de los BRICS, y es seguro que Washington seguirá jugando con la inquietud de India ante la imponente presencia de China en el Sur Global. Al tiempo que explota las fobias indias respecto a China, la administración Biden también espera que el gobierno de Modi actúe como puente entre Occidente y el Sur Global. ¿Son realistas estas expectativas?
Los actuales acontecimientos en África, con un pronunciado matiz anticolonial y antioccidental, amenazan directamente con perturbar la continua transferencia de riqueza de ese continente rico en recursos hacia Occidente. ¿Cómo puede India, que ha conocido la crueldad de la subyugación colonial, colaborar con Occidente en un paradigma semejante?
Fundamentalmente, teniendo en cuenta todos estos factores geopolíticos, el futuro del G20 reside en su capacidad de reforma interna. Concebido durante la crisis financiera de 2007, cuando la globalización aún estaba en boga, el G20 sobrevive hoy a duras penas en un entorno mundial muy diferente. Además, la «politización» («ucranización») del G20 por parte de las potencias occidentales socava la razón de ser del formato.
El propio orden mundial está en transición y el G20 necesita avanzar con los tiempos para evitar quedarse obsoleto. Para empezar, el formato del G20 está repleto de países ricos, la mayoría de los cuales son aspirantes con poco que aportar, en una coyuntura en la que el G7 ya no lleva la voz cantante. En términos de PIB o población, los BRICS han superado al G7.
Es necesaria una mayor representación del Sur Global sustituyendo a los pretendientes del mundo industrializado. En segundo lugar, el FMI necesita una reforma urgente, lo que, por supuesto, es más fácil de decir que de hacer, ya que implica que Estados Unidos acepte renunciar a sus privilegios indebidos de vetar decisiones que no le convienen por razones políticas o geopolíticas o, simplemente, para castigar a determinados países.
Con la reforma del FMI, el G20 puede esperar desempeñar un papel significativo centrado en la creación de un nuevo sistema comercial. Pero Occidente está ganando tiempo politizando el G20, paranoico ante el fin de su dominio de cinco siglos sobre el orden económico mundial. Por desgracia, el liderazgo visionario brilla por su ausencia en el mundo occidental en un momento histórico de transición como éste.
En lo que respecta a India, el principal reto tiene dos vertientes: el compromiso con la mejora del Sur Global, convirtiéndolo en un elemento central de sus prioridades de política exterior y, en segundo lugar, la perseverancia en el seguimiento de lo que propugnó durante las deliberaciones de la cumbre del G20.
Aquí radica el peligro. Con toda probabilidad, una vez que los líderes del G20 se hayan ido de suelo indio, Delhi podría volver a su política exterior centrada en China. El compromiso de India con la causa del Sur Global no debería ser episódico. Delhi se equivoca al asumir que es un flautista de Hamelin.
Esta mentalidad puede funcionar en la política india -al menos durante algún tiempo-, pero el Sur Global se dará cuenta de nuestra mentalidad y concluirá que India sólo se está ayudando a sí misma en su frenesí por hacerse un hueco en la mesa alta de la política mundial.
Dicho de otro modo, el gobierno de Modi debe preguntarse no qué puede hacer el Sur Global para impulsar la posición internacional de India, sino, realmente, qué puede hacer él por el Sur Global.
10. Oposición a los tambores de guerra en Asia
Dae-Han Song, de @NoColdWar ha publicado una entrevista con Francis Daehoon Lee, fundador de People’s Solidarity for Participatory Democracy (PSPD, Corea).
https://asiatimes.com/2023/09/
Una alerta temprana para el noreste de Asia
En lugar de priorizar la paz, Corea del Sur, Japón y EEUU se preparan para la guerra con China
por Dae-Han Song 15 de septiembre de 2023
El 27 de julio se cumplieron 70 años del alto el fuego de la Guerra de Corea de 1953. En los tres años previos al aniversario, los movimientos pacifistas surcoreanos organizaron la campaña internacional Llamamiento por la Paz en Corea para sustituir el acuerdo de armisticio por un tratado de paz que pusiera fin a los más de 70 años de Guerra de Corea.
El aniversario ya ha pasado, pero en lugar de la paz, las administraciones de Joe Biden, Yoon Suk Yeol y Fumio Kishida están avivando las tensiones en la península coreana como cortina de humo sobre su intención de construir una alianza trilateral al nivel de la OTAN entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur contra China.
El presidente surcoreano Yoon Suk Yeol ha desempeñado bien su papel de apoyo. Al eludir las antiguas reclamaciones de responsabilidad histórica por el colonialismo japonés, Yoon ha despejado el camino para una alianza entre los dos aliados clave de Estados Unidos en la región: su «piedra angular», Japón, y su «pieza clave», Corea del Sur.
Sus concesiones diplomáticas son clave para superar el rudo Sistema de San Francisco de posguerra de Estados Unidos: tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos sacrificó la justicia para las víctimas del colonialismo japonés en aras de la Guerra Fría.
Para proteger la alianza trilateral de futuras presiones democráticas, Biden, Yoon y Kishida anunciaron el «Espíritu de Camp David» el 18 de agosto en ese retiro presidencial de Maryland, que institucionalizó cumbres, reuniones y consultas trilaterales anuales que pudieran sobrevivir a los cambios de administración.
En una entrevista realizada el 28 de agosto, Francis Daehoon Lee se explayó sobre la alianza trilateral y el estado del movimiento pacifista surcoreano. Lee, activista por la paz desde hace muchos años y veterano del movimiento de democratización de Corea, fue uno de los fundadores de Solidaridad Popular para la Democracia Participativa, es profesor de estudios sobre la paz en la Universidad Sungkonghoe de Seúl y director de Peacemomo, un instituto de investigación para la paz y la educación.
Lee señala que, a diferencia de la administración de Park Geun-hye, que lo propuso por primera vez hace 10 años, la disuasión ampliada (incluidas las armas nucleares estadounidenses) ha adoptado, bajo Yoon, un «carácter preventivo».
Además, Corea del Norte es simplemente «un pretexto para que EEUU prepare, ejercite y entrene sus fuerzas para una estrategia preventiva en el noreste de Asia» contra China. Por el contrario, China se ha mostrado siempre reacia a «utilizar la fuerza militar para cambiar el orden internacional».
Lee se apresura a explicar que «para China, Taiwán no es una cuestión internacional; es una cuestión interna». Para Lee, China ha construido sistemáticamente su influencia a través de las relaciones económicas. Su interpretación se ve reforzada por el compromiso de Pekín en su Iniciativa de Seguridad Global de defender una «seguridad indivisible», en la que la seguridad de una parte está indivisiblemente conectada con la seguridad de la otra.
¿Un eje? ¿Piedra angular?
En los documentos militares estadounidenses sobre la región se utilizan constantemente los términos «pieza clave» y «piedra angular» para describir a Corea del Sur y Japón, respectivamente. Pero, ¿qué significa exactamente ser el eje o la piedra angular? ¿Cómo se relacionan ambos?
Lee comienza explicando cómo la economía de Japón y su tecnología nuclear y de armamento de largo alcance le confieren un mayor valor estratégico. Esto lo convierte en la «piedra angular» sobre la que se construye la seguridad regional de EEUU. En cambio, los «recursos militares terrestres de corto alcance» de Corea del Sur la hacen útil «del mismo modo que las fuerzas de Ucrania: Pueden luchar hasta el final sobre el terreno, pueden consumir a su propia gente y sus recursos».
Al fin y al cabo, a pesar de todos los ataques de EE. UU. a China, existen «frenos» a la escalada de tensiones y conflictos: Durante la era Trump, Estados Unidos se convirtió en una sociedad dividida; «la política bipartidista es incapaz de ganarse a la gente», afirma Lee.
Esto hace que la estabilidad económica sea de vital importancia. Mientras Donald Trump y Biden «decidieron debilitar a China en lugar de coexistir con ella», la inestabilidad económica frena a Estados Unidos destruyendo los «lazos económicos con China», afirma.
Lee señala cómo a pesar de la «desvinculación» de Estados Unidos, el comercio entre ambos países aumentó mientras que el comercio de China con otros países disminuyó.
Compara la postura de Estados Unidos respecto a Corea del Sur con su postura respecto a Ucrania. Los países occidentales quieren que Ucrania luche por su territorio, que gane la guerra. Sin embargo, aunque suministran la guerra globalmente, en última instancia quieren que la lucha se «localice».
«¿Y si un plan similar está ahora en marcha para el noreste de Asia? Entonces la mejor opción no son las fuerzas estadounidenses luchando contra las fuerzas chinas. Además, las fuerzas japonesas no son aptas para la lucha real. Están entrenadas como redes de suministro y operaciones globales, y fuerzas de defensa. Entonces, ¿quién tiene la fuerza de combate real?». Corea del Sur, el eje regional de Estados Unidos.
Evitar la guerra en el noreste de Asia
Construir un movimiento pacifista en Corea del Sur contra la escalada de la nueva guerra fría requiere comprender los actuales movimientos pacifistas coreanos. Le pregunté a Lee qué piensa de la campaña Korea Peace Appeal y qué tareas tienen por delante los movimientos sociales.
Habiendo participado en la campaña, Lee aporta sus puntos de vista y sus críticas. El objetivo del Llamamiento por la Paz en Corea era «llamar la atención del mundo [sobre el hecho] de que los coreanos queremos la paz». El argumento «era un punto medio común entre la derecha y la izquierda dentro del movimiento pacifista». Cuando la campaña intentó encontrar «un término medio y acercarse al gran público, inevitablemente se volvió simple» y «demasiado centrada en Corea».
Esto contrasta con el marco regional para la paz de Lee. Peacemomo propone una «Alerta Temprana sobre el Peligro de Conflicto Armado en el Noreste Asiático» en un informe homónimo. Este sistema de alerta temprana se basa en entender el noreste asiático como un escenario de guerra, en el que las acciones de una de las partes desencadenan una cadena de acciones y reacciones que nos acercan a la guerra.
La «alerta temprana», según Lee, hace un llamamiento a las organizaciones de la sociedad civil de la región para que estén atentas y alerten a sus respectivos públicos sobre los signos y acontecimientos que conducen a la guerra.
Entre ellos, el plan de Japón de «duplicar su presupuesto de defensa» en cinco años y «poseer capacidad de contraataque»; el ejercicio aéreo conjunto de Corea del Sur y Estados Unidos que lleva a cabo un «entrenamiento de operaciones de decapitación» contra Corea del Norte; y la ominosa declaración de Corea del Norte de que «si el centro de mando está en peligro, se llevará a cabo un ataque nuclear automático e inmediato», dice Lee.
En última instancia, un tratado de paz en Corea no es posible sin la paz en la región. Para lograrlo, los movimientos sociales tendrán que pedir el desarme y un desplazamiento de los recursos de la guerra hacia el bienestar de la población.
Este artículo ha sido elaborado por Trotamundos, que lo ha facilitado a Asia Times.