(Página herida) Julián Grimau y la aspiración secesionista en .Cat

Una sugerencia: Ivan Teruel, “El hábitat de las bestias”, Crónica global, 2/4/2022. https://cronicaglobal.elespanol.com/pensamiento/habitat-bestias_629090_102.html
Les doy unas referencias sobre el tema que sigue estando en el centro de nuestras preocupaciones [1].

Las clases con mando en plaza siguen viviendo y actuando en la forma de siempre. No les hablo hoy de los diputados del Parlamento de Cataluña y sus ingresos por dietas de (inexistentes) desplazamientos en tiempos de pandemia (lo ha denunciado Jaume Reixach es una nota). Tampoco del nacional-secesionista Gerard Piqué, sus “comisiones de mercado” y su vomitiva filosofía neoliberal del éxito. Ni del uso del programa Pegasus (o de controles nacionalistas en .Cat). No pierdo un minuto de tiempo con las praxis de Joan Laporta y la marcha acelerada hacia el desastre de la hasta ahora primera multinacional de .Cat., el Barça. Aplazo mis comentarios sobre la ayuda dispensada por Jaume Asens a Toni Comín para que pudiera huir del país (veranearon juntos en un yate en 2021 o 2020). No me detengo en un tema, este sí, de suma importancia: Barcelona, las crecientes desigualdades sociales y lo que representa para los sectores más vulnerables la inflación y la pobreza en una ciudad que se anunció como la millor botiga del món, la mejor tienda del mundo (No comento tampoco las elecciones presidenciales francesas del próximo 24 de abril. Yo, por supuesto, no votaría a Macron. Blanco, nulo o abstención serían mis opciones).
Detengámonos hoy en la figura de Julián Grimau, asesinado el 20 de abril de 1963, 59 años hace de ello. Su sentencia, como la de tantos otros miles y miles de asesinados acusados de “rebelión militar”, sigue vigente. Recordemos la muy digna actuación de su joven abogado defensor, Alejandro Rebollo (años después militaría en la UCD), y el coraje antifascista de aquellos estudiantes y profesores que en muy duras circunstancias se manifestaron en contra del crimen (Manuel Sacristán, entre ellos).
No hace falta entrar en detalles de la detención, las salvajes torturas, el intento de asesinato (lanzamiento al vacío desde una ventana del 4º piso de la Jefatura Superior de Policía de Madrid), la farsa del juicio militar y su fusilamiento (27 balas, tres tiros de gracia, [2]). Están en su memoria, en la memoria indignada de todos.
Pero cabe preguntarse hoy: ¿debemos o no debemos vindicar nuestra pertenencia (y admiración e incluso orgullo) a esa arriesgada (en ocasiones heroica [3]) tradición ciudadana-popular, antifascista, republicana, democrática, socialista, comunista, siempre en pie y en arriesgada lucha, con sacrificios que hoy nos pueden parecer imposibles?
La respuesta parece obvia para todos nosotros: queremos, claro que queremos, nos sentimos parte de ella, hemos sido miembros, directa o indirectamente, lo seguimos siendo.
Luego, entonces, ¿cómo hemos podido admitir la reducción de España a un país de dictadores, fachas, corruptos y sinvergüenzas? ¿Cómo hemos podido olvidar las estrechas relaciones y lo mucho que comparten las clases dominantes de todas las comunidades y territorios españoles? ¿Cómo se ha podido pensar que construir un Estado-muro que nos separase del resto de ciudadanos-trabajadores españoles era una finalidad digna de consideración y apoyo? ¿Cómo hemos podido idealizar tanto la historia de Cataluña, al tiempo que menospreciábamos casi sin matices la historia de lo que los nacionalistas .Cat llaman Estado español, Madrid o España (es decir, el resto de España)? ¿Qué es eso de España contra Cataluña desde principios del XVIII? ¿Cómo hemos podido sentirnos más cerca de Prat de la Riba, Cambó, Pujol, Mas, Torra o Puigdemont que de los millones de ciudadanos españoles que han plantado cara en tantas y tantas ocasiones a la explotación y opresión? ¿Qué y quiénes nos han confundido tanto?
Cuando fue detenido, Julián Grimau convivía clandestinamente con Francisco Romero Marín, otro dirigente del PCE, otro gran luchador antifranquista. Una norma básica de seguridad era cambiar inmediatamente de domicilio ante una caída o sospecha de caída. Romero Marín no lo hizo, siguió viviendo en el piso que compartía con Grimau. ¿Irresponsabilidad? No fue eso. Romero Marín estaba seguro de que Grimau nunca delataría a sus compañeros. Nunca. Exactamente lo mismo hizo Jorge Semprún cuando detuvieron a Simón Sánchez Montero, su compañero de piso. Allí siguió.
Hablamos de gente así, de personas hechas de esa pasta. ¿Muros de separación entre ellos y nosotros? ¿Qué sentido ha tenido y tiene ese acto de irracionalidad y menosprecio “vendido” como una aspiración emancipatoria?

Notas
1) Rafael Poch de Feliu, “Hacia una escalada bélica” https://rafaelpoch.com/2022/04/13/hacia-una-escalada-belica/#more-944; Richard Falk, “Esta guerra geopolítica es un «crimen geopolítico»” https://causaarabeblog.blogspot.com/2022/04/esta-guerra-geopolitica-es-un-crimen.html
2
) https://cadenaser.com/2022/04/19/27-balas-3-tiros-de-gracia-y-una-dictadura-que-se-disparo-a-si-misma-el-fusilamiento-de-julian-grimau/?afl=elpais Un trabajo escrito y producido por Aimar Bretos y Víctor Olazábal, con el diseño sonoro de Nacho Sánchez.
3) Véase Carlos Fernández Rodríguez, Mauricio Valiente Ots y Santiago Vega Sombría, Comunistas contra Franco, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2021

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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